Pese a que su mejor registro de participación en conjunto aún no supera ni los 200.000 votos, los partidos políticos no tradicionales de Honduras buscarán formar una alianza para participar en el próximo ciclo electoral de noviembre 2021.
Aunque su espíritu sea alentar la democracia, lo cierto es que estos colegios políticos aún no cumplen con tal rol, pues repiten elección tras elección con penosas recaudaciones de votos que no son ni el 1% del mínimo con el que se inscribieron para el ejercicio electoral.
Es decir, uno de los principales requisitos para la inscripción de un partido político ante el organizador electoral de Honduras es de 70,000 mil firmas, sin embargo, el partido «chiquito» que más votos registró en una votación desde 1981 hasta 2017, fue el PINU-SD (2009) cuando acumuló 36,600 votos, es decir apenas la mitad. Pero este año ha sido apenas una excepción según los registros electorales hondureños.
«Este es el inicio, pero igualmente no descartando y vamos a seguir buscando a otros sectores para que la propuesta que nosotros vamos a construir tenga la mayor posibilidad de competir en las próximas elecciones», dijo Alfonso Díaz Narváez, presidente del Partido Unificación Democrática, que busca una alianza con el Partido Demócrata Cristiano de Honduras y la Alianza Patriótica Hondureña.
Sin embargo, aunque la intención pueda ser la competitividad en la jornada electoral, la alianza solo se haría efectiva a nivel presidencial, dejando la vía abierta para que sus «bases» locales puedan ir de forma independiente en el resto del país.
Fenómenos y crispaciones
Después de la crisis política de 2009 que terminó con el derrocamiento del presidente liberal, Manuel Zelaya Rosales, la crispación política hondureña se reflejó sobretodo en las urnas. Del resquebrajamiento del Partido Liberal, nació Libertad y Refundación (Libre), el partido liderado por Zelaya con una ideología socialista que participó en el siguiente proceso electoral con el total de votos que habían registrado históricamente los liberales.
La otra corriente que ese año restó adeptos a los partidos «chiquitos» y a los tradicionales, fue el Partido Anticorrupción de Salvador Nasralla, quien cuatro años después formó una alianza que le hizo frente al nacionalismo.
Si bien las alianzas electorales están permitidas por la Ley Electoral y de las Instituciones Políticas, deberían perseguirse una reforma electoral que más allá de buscar una «romántica» promoción de la democracia participativa, más bien una verdadera calidad en la democracia.