Mayo de 2010, Motagua perdía ante Olimpia una de sus pocas fichas para presumir: que nunca le haya ganado una final.
El equipo del Piscis Restrepo derrotó a un Motagua que venía al mando de Ramón Maradiaga y que cerraba la derrota con un duro golpe a los motagüenses: «hoy hemos dejado de ser un equipo grande».
Tras ello, Maradiaga tuvo una revancha en 2011 y Motagua volvió a ganar el cetro nacional. Pero entonces el equipo se desplomó de nuevo.
Pasaron varios procesos errados por las filas de Motagua, entre ellos una etapa de reorganización en la directiva y hasta acuerdos entre los aportantes del club.
El precio que se pagó fue ver coronar a Olimpia con un tetracampeonato y un Motagua hundiéndose cada vez más hasta tocar fondo en la era de Risto Vidaković, un entrenador serbio de origen bosnio que llegó adelantado a su época.
La era de Vidaković terminó mal, con un equipo casi en zona de descenso y con una intermitencia que la cerró Milton el Jocón Reyes como entrenador junto a Chema Durón.
Entonces en Motagua comenzó otra historia: el «Dieguismo».
La era de la Barbie
Desde Mendoza, Argentina, volvió un tipo de coleta larga y guantes de oro. Vino a Motagua hace 20 años como portero y tras 15 años de carrera se hizo entrenador.
La sorpresa fue un 22 de noviembre de 2013 cuando la directiva del Ciclón anuncia a Diego Vazquez como DT.
La crítica no se hizo esperar, el juzgamiento menos -incluído el de este redactor-, la fe en su nombramiento estaba en apenas aquellos que lo contrataron.
Bueno, podremos decir hoy o tal vez se la jugaron con un «tiro al aire», después de todo, Motagua ya no tenía más que perder.
Entonces Vazquez conformó un equipo de trabajo con su confianza e hizo una barrida general en Motagua. Trajo jugadores que estaban en horas bajas y es regresó la confianza.
Vazquez se arropó inicialmente de Diego Vazquez como entrenador asistente, y Miguel Patricio Negreira como preparador físico.
Y así poco a poco fue construyendo más que un plantel de grandes nombres, un equipo de fútbol que hoy puede presumir cinco títulos de Liga; tras de ellos 12 finales, 9 por el torneo nacional y 2 internacionales.
Todo inició con una pancarta
8 de abril de 2014. Motagua venció 3-1 al Vida en el Nacional y de pasar el torneo anterior del noveno lugar se metió cuarto a la liguilla. La prensa juzgó: «son 6 de 10 los que pasan, es lo menos que podía hacer».
Diego, novato y aún sin saber lo que iba a significar todo, aparece con una pancarta en la conferencia de prensa: «Estamos en la liguilla».
Los periodistas hicieron un escándalo, parecía que no iban a poder seguir ejecutando entrenadores en la «silla eléctrica».
«Seguimos en la silla eléctrica, a pesar de eso y muchas cosas más como todo lo que se habló en su momento, este grupo está en la liguilla»
Al que le quede el poncho, que se lo ponga. Va dirigido de manera general. Esta pancarta la hemos escrito entre todos
Diego Vazquez
Motagua no pasó a semifinales, lo eliminó el Marathón de Manuel Keosseián, 2-1 en San Pedro Sula y 0-0 en Tegucigalpa (Maxi Lombardi erró un penal).
Una eliminación que dolió porque el gol que eliminó a Motagua lo hizo Amado Guevara, el máximo ídolo del pueblo azul que ese año se fue a Marathón.
El Dieguismo
Pero Diego no trastocó la plantilla ni el trabajo para el siguiente torneo: el resultado final fue la conversión absoluta de los hinchas azules al «Dieguismo», una especie de dogma que como oración cambió el «fuera Diego» por 12 finales.
Hoy, casi seis años después de ello, Motagua sigue siendo el equipo más estable de Honduras, clasificado a una nueva final internacional y con chances en sí mismo de pelear una pentagonal para rifar una nueva final.
El «Dieguismo» es fundamentalmente la recuperación de la grandeza que Motagua había perdido entre el polvo y el descontento.
Aunque también hay que decirlo, seis años después Motagua sigue siendo criticado por sus métodos, solo que ahora con la vitrina llena de copas.
Además: Jugadores de Motagua se unen a tareas de reforestación